Sunday, June 26, 2011

Victoria La Loca

"Victoria “La Loca”
De cómo Victoria sucumbió en su mundo
Por Magda gómez
©

Nuestra Historia se desarrolla en un barrio llamado “Mongo.” Un barrio donde todo el mundo se conocía, desde el cura de la Parroquia hasta el último recién nacido. En ese barrio usted podía ver en un día común a Doña Heriberta (la radioemisora) como la llamaban, conversando amenamente con sus seguidoras. Doña Heriberta estaba al tanto de la vida de todos los vecinos del barrio. Si usted quería saber algún detalle de la vida de alguien, tenía que ir adonde estaba la fuente de todo chisme, Doña Heriberta.

También teníamos a Doña Paula, la religiosa hipócrita del barrio. Ella era de las que “comía cura y bebía agua bendita” pero tenía una lengua de serpiente, que pobre de la persona que cayera en su lengua. El barrio tenía tres “colmaditos;” el de Don Félix, el de Mariana “la Tetona” y el de Don Martín. Don Martín era famoso por vender cosas viejas, era rara la lata que no estuviera abollada. Sus productos tenían un sabor rancio. La gente le compraba cuando no les quedaba otro remedio.

Don Félix era más moderno y tenía su refrigerador y vendía los productos frescos. Nadie se quejaba. La tienda de Don Martín se situaba a la entrada del barrio, la de Don Félix al medio y la de Doña Mariana para la salida del barrio. Doña Mariana era portadora de unos grandes senos que le llegaban al ombligo, para colmo no usaba ropa interior y siempre estaba descalza. También tenía su tienda bien surtida y vendía ”limbers.” (un aperitivo boricua que consistía en jugo de cualquier fruta, mucha azúcar, y congelado)

El barrio tenía su escuelita que se componía de cuatro salones, un comedor, dos baños y una oficina. Solo enseñaban hasta el cuarto grado. Luego tenían que ir a otro barrio a cursar los demás grados.
En nuestro barrio Mongo vivía también Don Luís el que recogía la comida para los puercos, un día sí y otro no. Teníamos a Carmen “mata puercos” apodada así porque criaba puercos y luego los mataba y le vendía la carne fresca a los vecinos del barrio.

También vivía allí Josefa la vendedora de “Avon.” Era un barrio tranquilo a pesar de todo lo que encerraba. Y era en ese preciso barrio donde nuestra protagonista vivía. Enajenada del mundo en que vivía, Victoria tenía su casa justamente al final de una de las calles. No tenía verja y el pasto cubría la casa hasta las ventanas.


Victoria, una mujer alta y flaca, no tenía ningún encanto; no era bonita, no poseía una buena figura, era más bien esquelética. Tenía el pelo corto y una piel seca y carrasposa. Siempre andaba con un traje de noche ceñido y tacones. Se pintaba los labios de un rojo chillón. También se hacía unos rabos en los ojos y se ponía mucha sombra. Victoria conocía a todos los del barrio por su nombre. Tenía sus momentos de lucidez, aunque pocos. Vivía con su hermano un viejito enjuto que no daba carne ni para un “mime.”
 Tenía su rutina. Todas las mañanas salía temprano a comprar el pan, el cual lo cargaba debajo del sobaco. Llegaba a la casa y ya Don Jacinto, su único hermano, tenía el café colado. Se servía su tacita de café negro y un pedazo de pan y se sentaba en su mesita de comedor que se componía de una mesa vieja que se había encontrado por algún lugar y dos sillas diferentes. Una para ella y otra para Don Jacinto. Así se saboreaba su café y luego se desaparecía y Jacinto no la volvía a ver hasta pasadas las tres de la tarde. Victoria llegaba caminando a pie hasta la entrada principal del barrio donde entraba casa por casa a buscar los periódicos viejos.

Todos conocían a Victoria y sabían su triste vida. La gente de buena fe le guardaba los periódicos. Victoria se regocijaba cuando se los entregaban y procedía a su ritual, uno por uno los iba haciendo tirillas y los echaba al “zafacón.” Victoria era indefensa no le hacía daño a nadie. Pasaba por la escuelita y se quedaba absorta viendo los niños jugar a la hora de recreo. Algunos niños crueles la llamaban nombres, le decían: “loca, bruja, fea.” Victoria entonces seguía su camino. Todo aquel que se la encontraba por el camino la saludaba. Ella hacía un ademán con la cabeza.

Muchas almas caritativas le daban frituras o algo de comer. Algunas veces la veían rebuscando en los “zafacones” para ver si encontraba algo de valor. Los perros realengos la seguían porque ella compartía con ellos el botín de la basura o lo que le regalaban de comer. Algunos muchachos jóvenes también se burlaban de ella y le pedían que se alzara el traje para ver si tenía panties y ella muerta de la risa se lo alzaba y les mostraba que de verdad no llevaba pantaletas puestas, no las necesitaba. Hacía mucho calor y además no recordaba si las tenía puestas.

Remontándonos al pasado, Victoria no siempre estuvo loca. Siempre fue una hija buena, estudiosa. Cuando terminó su escuela superior, tomó un curso de secretaria. Vivía con sus padres y los ayudaba al sostenimiento del hogar. Trabajando de secretaria en una oficina de Salud pública, fue que conoció a Juan. Un humilde guardia de seguridad que trabajaba también en la clínica. A Juan le atrajo la inteligencia, la bondad, y la dulzura de aquella muchacha. Siempre tan pulcra, ordenada. Hicieron una linda amistad, se enamoraron. Pasado un tiempo prudente se comprometieron y se casaron. No fue una boda fastuosa, más bien algo sencillo. Pero ese fue el día más feliz en la vida de Victoria. Todavía conservaba en su humilde casa una foto de su boda.

Nunca se supo en realidad porque Victoria nunca tuvo hijos. Si era Juan el estéril o ella. Alquilaron una pequeña casita en la cual vivían muy felices. Eran un matrimonio bien llevado. Una de las metas que tenían era comprarse una casita. Fue grande el regocijo cuando le entregaron las llaves de su propia casa, fruto de tanto esfuerzo, sacrificios y trabajos. Ya que al fin eran dueños de su casa, ahora si podían ahorrar para poder darse un viaje a Nueva York y por fin conocer esa gran ciudad que tanto mencionaban. Ya llevaban diez años de matrimonio, cuando decidieron, de regalo de bodas, darse el gusto de tan deseado viaje.

Victoria tenía para aquel entonces 36 años. Emocionados, hicieron todos los arreglos necesarios y se fueron un mes a la gran Metrópolis. Disfrutaron lo que nunca en su vida habían disfrutado, parecía una segunda luna de miel. Pasado el mes regresaban a su amada patria, sus maletas cargadas de regalos, recuerdos, de todo lo que compraron. De ese viaje de regreso fue que todo cambio, el avión donde Victoria y su esposo viajaban se accidentó. La única sobreviviente fue Victoria y una bebé que ella salvó de morir quemada. Victoria toda llena de tizne y casi al borde del asfixie vio la bebe tirada y la recogió. Las dos fueron llevadas al hospital, de cuidado.

Después de eso Victoria se sucumbió en su mundo y jamás volvió a ser la de antes. Muchas veces hablaba sola, otras deliraba. Otras se ponía a llorar. Desde ese entonces su hermano Jacinto, un solterón empedernido se fue a vivir con ella. Victoria no pudo trabajar más, su estado mental no le permitía concentrarse. Empezó a untarse lápiz labial de un color rojo demasiado chillón que casi nunca le quedaba bien. Usaba vestidos viejos que la gente le regalaba. Se excitaba cuando le regalaban vestidos de noche usados. Eran sus favoritos. Muchas veces mientras se encontraba en su rutina, escuchaba el ruido de un avión que volaba en los cielos, su desquicio era tal que salía despavorida gritando calle abajo. Llegaba a su casa y se acucurraba en forma fetal en una esquina de la casa. Así pasaba unas cuantas horas hasta que se recuperaba.

El destino le tenía reservado a esta mujer, lo que nunca nadie sospechó. Quizás sí, la gente del barrio se lo hubiera imaginado. Hacía poco que Georgino había salido de la cárcel. Un muchacho rebelde, que a sus 23 años no tenía la madurez necesaria. Se había conseguido un carro viejo, quien sabe por cuales medios. Se entretenía como loco manejándolo a toda velocidad por ese barrio tan tranquilo. Desde que salió de la cárcel, la paz se había acabado en el barrio.
Victoria venía como todos los días de regreso a su casa, de su larga jornada de romper periódicos. Nunca se supo a ciencia cierta por qué esa obsesión con los periódicos. Los vecinos del barrio especulaban sobre esto. Unos decían: ”Será por los recuerdos del desastre aéreo en que se vio envuelta”, “será que no quiere saber de malas noticias.” En resumidas cuentas la relación de Victoria con los periódicos era un gran misterio.

El día de los hechos, la niña de una de las vecinas de Victoria, se le escapó, y echo a correr calle arriba, corriendo. La nena de sólo unos tres años gozaba de las delicias de la libertad, cuando de repente se oye el ruidoso carro de Georgino a las millas de Chaflán. La nena se disponía a cruzar la calle cuando Victoria la vio, en un momento de cordura, ve a la niña, ve el carro de Georgino que se aproxima velozmente. Sin pensarlo dos veces Victoria se abalanza y empuja a la niña a salvo. La niña que sólo recibió unos leves magullones no paraba de llorar.
Los vecinos salieron a la calle a ver que había sido ese ruido tan desconcertante. Doña Heriberta interrumpe su novela, sale afuera a ver el “revolú.” Victoria tirada en el suelo, con un golpe en la cabeza, sangraba profundamente. Alguien llamó a la ambulancia. El cuerpo sin vida de Victoria yacía en el pavimento serenamente. La llevaron a emergencias donde la pronunciaron muerta. Georgino del susto se fue a huir y nunca supieron que fue de él. Aunque se especulaba que se había venido a esconder a Pensylvannia. El velorio de Victoria fue uno de los más bonitos que se realizó en aquel barrio. Todo el barrio cooperó para darle a Victoria una sepultura digna de un gran ser humano. Una mujer que merecía todos los honores. Primero, perdió todo y salvó una vida, quedando desajustada mentalmente y luego dando su vida a cambio de otra vida. La vistieron de blanco, la peinaron, se veía casi bonita. Parecía una paloma que descansa después de tanto volar. Se percibía serenidad, una mujer que por fin había hallado el descanso eterno. Una mujer que a pesar de su locura vivió para los demás. ¡Descansa en Paz Victoria!
Fin

1 comment:

  1. "Victoria La Loca" es un cuento secular escrito por mi. Me he dedicado a escribir cuentos cortos. Este cuento es de mi autoría y está protegido por las leyes de copyrights ©

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