Sabiendo ya muy bien que le esperaba
una pesada cruz que había de llevar
y olvidando la injuria contra él levantada
Jesús, el Rey de Reyes, subía al monte a orar.
Y estando él orando, con fuerza abría su boca
y en su oración ferviente decía con ansiedad:
“Sí es posible pasa de mí esta copa,
hágase Padre mío, tu santa voluntad”
No había dicho aún la última palabra
cuando con mucha gente Judas se presentó
y dirigiéndose a él con una vil mirada
con un beso en la frente, al Maestro entregó.
Hallábase ya Jesús en la cruz, crucificado,
en medio de dos ladrones que a causa de su maldad
y para que allí pagasen habían sido sentenciados
a morir crucificados cual pago a la sociedad.
Mas viendo fijamente aquella ingratitud
todos los que pasaban llenos de pesimismo
moviendo sus cabezas le decían a Jesús:
“Desciende de la cruz, y sálvate a ti mismo”.
Mas él en su ¿a tinto amor
alzó los ojos al cielo y pidió a su Padre amado
que si era su voluntad le concediera el perdón
a los que sin razón le habían crucificado.
En un momento imperó el dolor y la agonía
en aquella escena trágica donde un ser inmaculado
solo y triste, sin consuelo, desesperado decía:
“Padre mío, Padre mío, ¿Por qué me has desamparado?
Como señal de protesta tembló la tierra aquel día
y el velo del templo de arriba abajo se abrió,
y fueron hechas tinieblas y un centurión que veía
lleno de miedo decía: “Ese hombre era el Hijo de Dios.”
Pero los que lo mataron se quedaron sorprendidos
al verlo en una mañana resucitar victorioso.
Y aunque muchos lo ignoraban
a la muerte había vencido y hasta el cielo
había subido
y hoy se encuentra en la gloria,junto a su Padre amoroso,
en donde no existen los celos.
En donde tranquilamente el estará, hasta que vuelva a la tierra
por su iglesia levantar.
A.D.
Hola Magdalena, donde conseguiste este poema?
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